jueves, 28 de octubre de 2010

Referentes

Estaba repasando la entrada que recogía la entrevista de El Mundo a Javier Botet y, tanto en ella como en los comentarios, me he topado con una sensación que a todos nos resulta familiar.



Con permiso del referido comentario de "Anónimo", cito:



"De momento, mi encantador sobrino, un chaval de 18 años, sencillamente no habla nunca del Marfan. Supongo que con el tiempo, cuando tenga la situación más o mejor asumida, será capaz de hacerlo."




Y con el de Javier Botet, cito:



"Era inevitable llegar a un sitio y saber que me iba a enfrentar a un nuevo cúmulo de niños."




Vivimos en una sociedad plagada de valores estéticos supérfluos, que educa esclavos del culto al cuerpo. El asunto es especialmente sangrante a determinadas edades, pues son la geometría músculo y la voluptuosidad de la curva los ingredientes que además de integradores resultan el objetivo de muchos jóvenes.




El resultado es palpable a lo largo y ancho de las calles de nuestras ciudades, paseadas por auténticas y auténticos Venus y David de este tiempo nuestro tan raro.
Y tan cierto es que el deporte es salud como que la vigorexia (entre otras tantas patoloexias con las que muchas personas tratan de transformar su vestido orgánico) es patología.



Nada nos ayuda, pues en los medios tipos y tipas de estas y semejantes efigies nos bombardean con gritos más contundentes que los hercúleos bíceps que lucen ellos o las siliconadas glándulas mamáreas que exhiben ellas (y también de alguno de ellos), soterrando cualquier valor intelectual o sensible (que no emotivista, sentimentaloide, que de esos tenemos los campos del TDT bien sembraditos, haciendo de la intimidad un lamentable espectáculo).


Permitidme un pequeño inciso: cuando hablo de medios, me refiero casi exclusivamente a la televisión y unas cuantas revistas. Es injusto para el resto, que no dudo intentan imponer un periodismo de más calidad. Qué digo, intentan imponer periodismo, a secas, que lo otro ya lo hacía mi abuela con sus vecinas en el patio del lavadero y nunca vio un duro. Y tal vez por eso la indignación es mayor, pues es suya (y nuestra) la responsabilidad de evitar el flagrante intrusismo profesional del que son (y somos) víctimas. Imaginemos por un instante que cualquier personajillo pudiera ejercer de cirujano gracias a la prestigiosa Universidad de Gran Hermano. Ni ellos como profesionales ni nosotros como usuarios lo permitiríamos bajo ningún concepto.



Cerrado el paréntesis, tampco la publicidad nos es favorable: no importa la colonia, los cereales o el coche en sí, lo relevante es la aceptación institucionalizada de lo que proyectamos, y ésta viene dictada por una imagen falsa. Aunque debo reconocer que de vez en cuando me pongo unas gafas que compré que me transforman en 007. Y resuelvo casos complejos y arriesgados :)



Los niños siempre han tenido especial facilidad para destacar al diferente. No tengo demasiada idea de psicología pero quizás quepa hablar de la inmadurez, de la falta de desarrollo de algunas facultades emotivas (empatía, aparición breve de remordimientos...). En definitiva, el diferente, percibe a un cúmulo de niños esperándole.En las palabras de Botet, me ha parecido ver la sombra de lo que él, como yo y tantos otros, percibimos como auténtica e indiscriminada crueldad. De adultos, ya somos capaces de ver que tal vez no era así en el fondo, pero sí en la forma.



En la adolescencia la crueldad suele ser autoinfligida (aunque el entorno continúe ejerciendo influencia sobre el malestar de cada uno de nosotros). La propia imagen es para la mayoría inaceptable, así que ¿qué cabe esperar del sentir de un adolescente cuya imagen está afectada por el Síndrome de Marfan? El problema es relamente grave, y la mayoría lo hemos pasado en silencio, de puntillas, disimulando de cara a la galería y llorándolo de paredes adentro en nuestra habitación adolescente llena de pósters de ídolos a los que no nos parecemos.



Personalmente, y a diferencia de Javier que presume de ser alguien a quien no le ha importado nunca lo que los demás digan de él, yo sufrí este tema con una intensidad me atrevería a decir que superior a la que me provocaron años después mis problemas de mala salud de hierro. Llegué a creer entonces que estaba más preparado para la muerte que para la vida. Son sólo agitaciones del alma en situaciones límite. Luego, en la normalidad de la salud y la normalización de determinadas y escandalosas medidas, la visión de las cosas se equilibra y todo parece más sencillo.



La vida marfan (que para mí es sencillamente: la vida) me ha dado la oportunidad de colocarme en distintas atalayas. Cada una de ellas me ofrecía un perspectiva muy distinta. En ocasiones, el paisaje entre una y otra era muy parecido. Pero casi todas ellas me he sentido solo. En mi pensamiento he mantenido infinidad de conversaciones con Abraham Lincoln y Paganini. Hasta que un día encontré un referente. Alguien que llevaba su carga con conciencia de sí, pero con seriedad y aparente ligereza. Aprendí gracias a él y a otros cómo él que le siguieron, que se podía vivir apartando determinadas chorradas. Esa atalaya me elevó del resto. Me gusta evocar todas las perspectivas de vez en cuando, es como hacer una suerte de balance, pero sin duda me atrevo a ello gracias a los referentes. El fenómeno asociativo es el causante, el que nos posibilita salir del aislamiento.



Me gustaría haceros una propuesta: conozcámonos un poquito más gracias a este blog. Hagamos de esta comunidad lectora una comunidad participativa que intercambia libremente opiniones y experiencias. Tal vez encontréis un referente que os ayude a ver las cosas de otro color, o mejor todavía, ¡imaginad a todas las personas a las que podéis dar luz!



Para dar ejemplo, empezaré por hablaros de mí en las próximas entradas. Pero si alguien se anima, enviadnos un texto contando lo que queráis, una fotografía si os apetece haceros famosos como Javi :) a la siguiente dirección: simacatalunya@gmail.com .



Hasta entonces, recordad que el mejor Gran Hermano es el de Orwell.